SALMO 1
INTRODUCCIÓN: En los mensajes de los domingos anteriores se plantearon sólidos argumentos de por qué creemos que la Biblia es la revelación inspirada por Dios; esta revelación es verbal (palabra por palabra), plenaria (toda, completa), infalible (certera, sin falla,) e inerrante (sin errores); esta inspiración se limita a los escritos originales. Así mismo se contrastaron los resultados de una vida guiada por las verdades bíblicas con una vida que las desconoce o rechaza.
Hoy estudiaremos el primer Salmo, el cual expone la trascendencia de deleitarnos en el estudio ordenado de la ley y su meditación habitual.
Este Salmo se refiere solamente a los libros que integraban La ley, lo que los judíos llamaban Torah, podría abarcar Deuteronomio o Levítico o todo el Pentateuco; Tora o Torá proviene de dirigir o instruir, “la guía para acertar en el blanco”.
En vista de que cuando se escribió este Salmo ni siquiera estaba completo el Antiguo Testamento, no se refería a todas las Escrituras; sin embargo, hoy que tenemos la revelación completa, creemos que podemos extender su aplicación a toda la Biblia y a nosotros mismos.
En este Salmo se utiliza uno de los recursos de la poesía hebrea, el paralelismo: lo que se dice en un verso puede repetirse, sintetizarse o contrastarse en el siguiente verso o en alguno de los siguientes versos. (Aclaro, no estoy hablando de versículos —esos pequeños parrafitos numerados de cada capítulo—, sino de verso en el sentido poético: conjunto de palabras sujetas a cierta cadencia o ritmo.)
Este Salmo contiene una serie de paralelismos llamados antitéticos; un verso expresa una idea y otro expresa una contraria, pero complementaria. Dos grandes temas se contrastan en este Salmo: 1) Las actitudes hacia la ley y 2) los resultados de esas actitudes.